El libro en papel, ese claro objeto de deseo
Cada uno desarrolla teorías sobre la vida que le toca. O por lo menos a mí me resulta imposible no hacerlo. No elucubrar, digo. Esta vez, una vez terminada una feria en una escuela pública, en la zona de Belgrano, vengo con una afirmación categórica: no importa cuánto les gusta leer a los chicos en edad de escuela primaria, cuánta interacción han tenido en sus cortas existencias con el objeto "libro", cuánta atención le han prestado. En el momento de entrar al recinto donde la feria tiene lugar, alguna rara alquimia opera en ellos y la gran mayoría, sean lectores o no, quieren tocarlos, pasar las hojas, y claro está dependiendo de los casos, hojearlos hasta el cansancio y hasta leerlos de cabo a rabo si fuera posible, si el tiempo fuera suficiente (así suele ocurrir con los de historietas, hecho que curiosamente no va en detrimento de la compra final del objeto en cuestión).
En muchas ocasiones ocurre que si narro o leo cuentos o capítulos de novelas, o algún acto de teatro, y hasta alguna poesía, el objeto se potencia y los chicos quieren poseer ese libro, y si además tuvimos la suerte de tener a alguno de los autores como invitados, la magia es más fuerte aún.
Mi teoría es entonces que el libro en papel tal como lo conocemos tiene todavía un largo camino por recorrer y mucha tarea por hacer en cuanto motivador de lectura (sí, el libro en sí, más allá de docentes, mediadores de lectura, narradores, actores de teatro). El misterio puede estribar en ver de pronto en un solo lugar más de quinientos ejemplares de libros de literatura infantil y juvenil, como una inyección gigante de historias, personajes, metáforas, versos, imágenes producidas por los maravillosos ilustradores que los pueblan, que no se puede (ni se quiere) soslayar. En los colegios en líneas generales nadie quiere quedar al margen de la fiesta que se arma cuando una feria del libro se concreta y pasa a convivir por unos días con los alumnos y el personal de la escuela.
Brindo y celebro que esto ocurra todas las veces que vamos a llevar estos claros objetos de deseo a establecimientos educativos sin distinción de edades (desde inicial hasta secundaria, allá vamos).
Y lo que pasa con el libro digital, por el momento, será problema de otros.
Cordialmente
Silvina Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario